Por: Alex Díaz
Salgo en la mañana rumbo al trabajo en mi vieja bicicleta, algo tarde por diligencias pendientes de una deuda gigante que adquirí para poder tener una cámara y poder hacer algo de lo que me gusta.
Vengo pensando: no es que haya tomado la decisión hoy, es que hoy me doy cuenta de la decisión que tomé ya hace un tiempo, con todo lo que me ha pasado le cogí amor a la vida, y le perdí miedo a la muerte. Quiero decir que me cansé de tratar de sobrevivir, y ahora me dedicaré exclusivamente a vivir.
Muy bien, voy por la cicloruta pensando en ello. Pensando en que no me importa la deuda por esa razón. Pensando en que ese es el principio que rige ahora mis decisiones. De pronto veo una fila de bicitáxis con sus dueños, al frente de un vehículo en donde los están montando. Y a un lado los responsables: varios policías, con su uniforme, con sus armas, con sus miradas burlonas y amenazantes a la vez. Una pequeña caravana de más bicitáxis se acercan, los dueños con caras apesumbradas, mientras un policía les indica donde los pueden ir ubicando. Están vaciando el lugar.
Pregunto a uno de los hombres, figura delgada y pequeña, con un bigote que adoba un poco su desabrida cara de hambre; le pregunto qué sucede.
“nos están recogiendo”
“porqué?”
“por malparidos que son”
“porqué?”
“por malparidos que son”
Y mientras pienso en esas palabras, veo a otro hombre que se baja de su bicitáxi, mientras dice la otra frase que me acompañará el resto del día.
“Será jalarle al robo porque no dejan trabajar”
Y ahí estaba yo, entre ellos, con mi bicicleta, mirando como tantos otros alrededor. Y no supe qué hacer. Gritar? Madrear a los policías que seguían órdenes sin ser capaces de pensar por si mismos que deberían o que no deberían hacer? Tirar una piedra? A mi alrededor estaban los dueños de los vehículos con tres ruedas, y tenían la misma cara que a mi se me hubiera visto si la hubiese tenido descubierta. Todos teníamos rabia. Y temor. Mirábamos a los policías que daban sus órdenes, sus uniformes imponentes, sus grandes botas sedientas de patear, mirábamos sus armas. Me sentí sólo, y cobarde. Dónde estaban los Punketos del barrio? Donde los capuchos? Donde estaba el M19, los defensores del pueblo, las ONGs, las guerrillas? Donde estaba Robin Hood, y donde el che Guevara?
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